Cuando empezamos una relación estamos en una nube, levitamos y vemos a la otra persona perfecta. Lo malo nos parece gracioso y lo bueno es sublime. Y eso nos pasa por igual a hombres y mujeres. No voy a entrar en la química que recorre nuestro cerebro, pero sí señalar que el cuerpo segrega una serie de sustancias que hacen que ocurra todo eso que sentimos después.
Vamos a centrarnos en las esas expectativas que estamos poniendo en la otra persona, que son tan poco realistas que terminan por darse de cara contra nosotros, como si nos hubieran tirado un cubo de agua fría de repente. Es difícil ser realista en la fase del enamoramiento e inicio de una relación.
La lástima es que con la convivencia todo se venga abajo, porque no hay quien aguante siendo perfecto para la otra persona las 24 horas del día, los 365 días del año. Al final te topas con la realidad. Y entonces viene la desilusión, la decepción.
Este fallo a la hora de empezar una relación, parece más un problema de nosotras. Esa idealización y conversión en príncipe azul de nuestra pareja, ellos lo viven de forma diferente. Son mucho más realistas y no hacen de su pareja el centro de su universo. Suelen compatibilizar su vida de pareja con el resto de aficiones, trabajo, etc. Siempre hay excepciones, de uno y otro sexo.
Y llegados a este punto, llegan los conflictos, discusiones y la famosa idea de “éste no es el hombre con quien me casé… o de quien me enamoré”, efectivamente, ese hombre sólo estaba en nuestra cabeza.
¿De qué manera afecta a nuestro deseo todo este proceso que ha durado algunos años? Pues de varias maneras, una es la rutina. Otra es que el deseo suele estar descompensado, uno siempre desea más que el otro. Y en la sensación de que uno pone más empeño, pone más carne en asador, que el otro.
Empezamos deseando a la otra persona, nos atrae y nos gusta la idea de atraerle, de sentirnos atractivos, deseados. Es el juego de la seducción, de la conquista, en el que ambos están predispuestos a esforzarse. Cosa que dura un tiempo. El deseo suele estar descompensado y el que desea menos, llegará un momento en que se esfuerce también menos en tener encuentros íntimos con la pareja.
Cuando ya se ha conquistado, entramos en una fase de acomodamiento. No se trata de que hayamos sido hipócritas presentando una cara que en realidad no tenemos, es que en ese momento nos apetecía la conquista y el esfuerzo que se hace durante el proceso. Una vez hecho el trabajo, se deja de hacer.
Muy interesante el libro de Deseo, de Sylvia de Béjar. Seguiremos hablando de él.
Hoy estoy muy liado y no puedo dar mi opinión al respecto, pero podéis leerla en el siguiente enlace: enamoramiento, deseo y la química del amor.
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Hoy estoy muy liado y no puedo dar mi opinión al respecto, pero podéis leerla en el siguiente enlace: enamoramiento, deseo y la química del amor.
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